La Página.com 12-06-10
La pobreza es el principal factor que influye para que miles de niños se vean obligados a trabajar.
El Gobierno de El Salvador asegura que en el país uno de cada diez menores de edad trabaja obligado por las circunstancias.
Dos de esos 188 mil 884 niños trabajadores, son los hermanos Juan y Carlos Argueta, de 12 y 11 años respectivamente, quienes de lunes a sábado se ven obligados a trabajar para ayudar a los gastos de su hogar.
Juan y Carlos son parte de una familia de siete hermanos, todos menores de edad, que residen en la comunidad El Carrizo de Rosario de Mora, San Salvador, junto a su madre Aurora Argueta.
Ellos no son los mayores. El mayor es José, quien a los 17 se encuentra de alta en el ejército, le sigue Josefina, de 14 años, quien padece de retardo mental. Luego sigue Juan, después Carlos, la quinta es Sofía de nueve, luego los gemelos Adrián y Santiago, de cuatro años. Los primeros cuatro hermanos son hijos del mismo padre, quien murió en un accidente de tránsito hace diez años. Sofía y los gemelos son hijos de otro hombre, quien abandonó a la madre de los menores para dedicarse al vicio del alcoholismo.
Los Argueta viven en una casa que les ayudó a construir la AID, ya que su vivienda resultó destruida por el terremoto de 2001, precisamente tres días después del nacimiento de Sofía.
La familia sobrevive de la ayuda que les proporciona José y de las frutas y verduras de la temporada que logran vender en los alrededores de los mercados San Jacinto y Central.
Sofía es la responsable de cuidar a los gemelos y a su hermana Josefina, mientras que Juan y Carlos los responsables de ayudarle a su madre en el trabajo.
Todos los días madre e hijos salen de su casa a eso de las 5:30 de la mañana. Se van directo al mercado La Tiendona donde compran frutas y luego, mientras la madre se va al mercado San Jacinto los hermanos se van al mercado Central. A veces los tres se quedan en el mercado San Jacinto.
Entre los tres obtienen una ganancia promedio que oscila entre diez y doce dólares, dinero que les sirve para la alimentación de los que se quedan en casa, para las medicinas de Josefina y para el pago de agua, luz y otros.
Juan tiene doce años y debería de ir a sexto grado. Comenzó estudiando en el centro Goltree Liebes de los Planes de Renderos, pero nunca pasó porque siempre se retiraba. Actualmente estudia segundo grado en el turno de la tarde, pero en la escuela ya le advirtieron que aplazará si sigue faltando. Su hermano Carlos estudia primer grado. Nunca antes lo habían matriculado y aunque ya aprendió a leer, también le han advertido que si no llega a la escuela lo aplazarán.
“Yo quisiera que mis hijos no trabajaran, pero sino me ayudan no podríamos sobrevivir”, dice Aurora, mientras ofrece guineos, zapotes y naranjas en la acera del centro escolar Jorge Lardé y Larín.
La esperanza de Aurora es que sus hijos sigan los pasos de José, quien terminó el noveno grado y luego se metió al cuartel. El sueño de José es cumplir con su período y buscr trabajo como vigilante.
Aurora y sus hijos sale todos los días a las 5:30 de la mañana y regresan a eso de las 6:30. Aunque tienen televisor llegan tan cansados que prefieren acostarse en hamacas. Rara vez sale a jugar. Los domingos que no estudian ni trabajan se van temprano para una iglesia evangélica, regresan al mediodía y por las tardes suelen dormir.
“Es que si no le ayudamos a mi mamá no tendríamos para comer ni para ropa”, dice Juan, quien comenzó a ayudarle a su madre desde que tenía ocho años y nacieron sus hermanos gemelos.
Carlos, quien pareciera tener siete años, aunque en realidad tiene once, comenzó a ayudarla a su madre hace dos años. “Yo vendo frutas peladas, me subo a los buses y ofrezco a la gente. Me gustaría no trabajar, pero somos pobres”, dice.
El año pasado la organización “Amigos de los Niños” le ofreció a Aurora darle una cuota mensual a cambio de que sus hijos se dedicaran exclusivamente a estudiar. Aurora aceptó y recibió la primera cuota; sin embargo, tras las elecciones presidenciales, la organización se fue del país a trabajar a Guatemala y la beca fue imposible de continuarla.
“Si yo tuviera un mejor negocio, mis hijos no tendrían necesidad de estudiar”, dice Aurora, de 37 años, quien estudió hasta sexto grado y reconoce que ella tiene parte de culpa porque “haberse llenado de hijos” le ha generado pobreza.
Los datos
Según el jefe de la Dirección General de Estadística y Censos de El Salvador (Digestyc), Miguel Corleto, una encuesta elaborada en 2009 refleja que un uno por ciento de los niños de 5 a 9 años (6,747) trabaja, frente al 10.5 por ciento (78,745) con entre 10 y 14 años, mientras que en los de 15 a 17 años, el porcentaje asciende a 23.8 por ciento, lo que equivale a 103.392 menores de edad.
Resaltó una "leve baja" del 0.9 por ciento de la población infantil trabajadora, que pasó de 190,525 niñas y niños en 2008 a 188,884 en 2009.
Detalló que, entre 2007 y 2008, la población infantil que trabajaba subió de 183 mil a 190 mil , lo que, a su juicio, puede atribuirse a un alza en los niveles de pobreza.
"En esos dos años tuvimos fuertes crecimientos de la pobreza, entre 2007 y 2008 la pobreza se incrementó un 9.4 por ciento y eso provocó un aumento de la población infantil que trabaja", sostuvo.
Según el documento "Propuesta para un programa de pobreza urbana en El Salvador" del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la subida del precio del petróleo y de los alimentos de 2007 a agosto de 2008 y la recesión asociada a la crisis mundial elevó el porcentaje de hogares en pobreza de 30.7 por ciento en 2007 a 39.9 por ciento en 2008.
De la población de menores trabajadores, un 60 por ciento reside en áreas rurales, en tanto que un 62.4 por ciento de los que vive en zonas urbanas estudia y trabaja, porcentaje que en sectores rurales alcanza un 57.5 por ciento.
Sobre las condiciones de las familias, la encuesta mostró que en un 68 por ciento de los casos, se trata de un hogar dirigido por una mujer y en un 69 por ciento los jefes de hogar no finalizaron la educación básica.
En el caso de los hermanos Juan y Carlos Argueta, ellos son apenas dos casos de niños trabajadores que sumidos en la pobreza se ven obligados a trabajar para poder vivir… para sobrevivir.
Un convenio que cumple diez años
El sábado 12 de junio se celebra el día mundial contra el trabajo infantil, diferentes organizaciones no gubernamentales hacen llamados para la erradicación de las peores formas usadas para poner a trabajar a los niños.
Hace ya diez años que entró en vigor el Convenio número 182 de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil. Este Convenio ha sido ratificado hasta ahora por más del 90 por ciento de los 182 Estados Miembros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). de la cual El Salvador es miembro. En El Salvador casi 189 mil niños trabajan, como es el caso de la adoelscente de 13 años (en la foto) que debe trabajar y cuidar a su hermanita.
La pobreza es el principal factor que influye para que miles de niños se vean obligados a trabajar.
El Gobierno de El Salvador asegura que en el país uno de cada diez menores de edad trabaja obligado por las circunstancias.
Dos de esos 188 mil 884 niños trabajadores, son los hermanos Juan y Carlos Argueta, de 12 y 11 años respectivamente, quienes de lunes a sábado se ven obligados a trabajar para ayudar a los gastos de su hogar.
Juan y Carlos son parte de una familia de siete hermanos, todos menores de edad, que residen en la comunidad El Carrizo de Rosario de Mora, San Salvador, junto a su madre Aurora Argueta.
Ellos no son los mayores. El mayor es José, quien a los 17 se encuentra de alta en el ejército, le sigue Josefina, de 14 años, quien padece de retardo mental. Luego sigue Juan, después Carlos, la quinta es Sofía de nueve, luego los gemelos Adrián y Santiago, de cuatro años. Los primeros cuatro hermanos son hijos del mismo padre, quien murió en un accidente de tránsito hace diez años. Sofía y los gemelos son hijos de otro hombre, quien abandonó a la madre de los menores para dedicarse al vicio del alcoholismo.
Los Argueta viven en una casa que les ayudó a construir la AID, ya que su vivienda resultó destruida por el terremoto de 2001, precisamente tres días después del nacimiento de Sofía.
La familia sobrevive de la ayuda que les proporciona José y de las frutas y verduras de la temporada que logran vender en los alrededores de los mercados San Jacinto y Central.
Sofía es la responsable de cuidar a los gemelos y a su hermana Josefina, mientras que Juan y Carlos los responsables de ayudarle a su madre en el trabajo.
Todos los días madre e hijos salen de su casa a eso de las 5:30 de la mañana. Se van directo al mercado La Tiendona donde compran frutas y luego, mientras la madre se va al mercado San Jacinto los hermanos se van al mercado Central. A veces los tres se quedan en el mercado San Jacinto.
Entre los tres obtienen una ganancia promedio que oscila entre diez y doce dólares, dinero que les sirve para la alimentación de los que se quedan en casa, para las medicinas de Josefina y para el pago de agua, luz y otros.
Juan tiene doce años y debería de ir a sexto grado. Comenzó estudiando en el centro Goltree Liebes de los Planes de Renderos, pero nunca pasó porque siempre se retiraba. Actualmente estudia segundo grado en el turno de la tarde, pero en la escuela ya le advirtieron que aplazará si sigue faltando. Su hermano Carlos estudia primer grado. Nunca antes lo habían matriculado y aunque ya aprendió a leer, también le han advertido que si no llega a la escuela lo aplazarán.
“Yo quisiera que mis hijos no trabajaran, pero sino me ayudan no podríamos sobrevivir”, dice Aurora, mientras ofrece guineos, zapotes y naranjas en la acera del centro escolar Jorge Lardé y Larín.
La esperanza de Aurora es que sus hijos sigan los pasos de José, quien terminó el noveno grado y luego se metió al cuartel. El sueño de José es cumplir con su período y buscr trabajo como vigilante.
Aurora y sus hijos sale todos los días a las 5:30 de la mañana y regresan a eso de las 6:30. Aunque tienen televisor llegan tan cansados que prefieren acostarse en hamacas. Rara vez sale a jugar. Los domingos que no estudian ni trabajan se van temprano para una iglesia evangélica, regresan al mediodía y por las tardes suelen dormir.
“Es que si no le ayudamos a mi mamá no tendríamos para comer ni para ropa”, dice Juan, quien comenzó a ayudarle a su madre desde que tenía ocho años y nacieron sus hermanos gemelos.
Carlos, quien pareciera tener siete años, aunque en realidad tiene once, comenzó a ayudarla a su madre hace dos años. “Yo vendo frutas peladas, me subo a los buses y ofrezco a la gente. Me gustaría no trabajar, pero somos pobres”, dice.
El año pasado la organización “Amigos de los Niños” le ofreció a Aurora darle una cuota mensual a cambio de que sus hijos se dedicaran exclusivamente a estudiar. Aurora aceptó y recibió la primera cuota; sin embargo, tras las elecciones presidenciales, la organización se fue del país a trabajar a Guatemala y la beca fue imposible de continuarla.
“Si yo tuviera un mejor negocio, mis hijos no tendrían necesidad de estudiar”, dice Aurora, de 37 años, quien estudió hasta sexto grado y reconoce que ella tiene parte de culpa porque “haberse llenado de hijos” le ha generado pobreza.
Los datos
Según el jefe de la Dirección General de Estadística y Censos de El Salvador (Digestyc), Miguel Corleto, una encuesta elaborada en 2009 refleja que un uno por ciento de los niños de 5 a 9 años (6,747) trabaja, frente al 10.5 por ciento (78,745) con entre 10 y 14 años, mientras que en los de 15 a 17 años, el porcentaje asciende a 23.8 por ciento, lo que equivale a 103.392 menores de edad.
Resaltó una "leve baja" del 0.9 por ciento de la población infantil trabajadora, que pasó de 190,525 niñas y niños en 2008 a 188,884 en 2009.
Detalló que, entre 2007 y 2008, la población infantil que trabajaba subió de 183 mil a 190 mil , lo que, a su juicio, puede atribuirse a un alza en los niveles de pobreza.
"En esos dos años tuvimos fuertes crecimientos de la pobreza, entre 2007 y 2008 la pobreza se incrementó un 9.4 por ciento y eso provocó un aumento de la población infantil que trabaja", sostuvo.
Según el documento "Propuesta para un programa de pobreza urbana en El Salvador" del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la subida del precio del petróleo y de los alimentos de 2007 a agosto de 2008 y la recesión asociada a la crisis mundial elevó el porcentaje de hogares en pobreza de 30.7 por ciento en 2007 a 39.9 por ciento en 2008.
De la población de menores trabajadores, un 60 por ciento reside en áreas rurales, en tanto que un 62.4 por ciento de los que vive en zonas urbanas estudia y trabaja, porcentaje que en sectores rurales alcanza un 57.5 por ciento.
Sobre las condiciones de las familias, la encuesta mostró que en un 68 por ciento de los casos, se trata de un hogar dirigido por una mujer y en un 69 por ciento los jefes de hogar no finalizaron la educación básica.
En el caso de los hermanos Juan y Carlos Argueta, ellos son apenas dos casos de niños trabajadores que sumidos en la pobreza se ven obligados a trabajar para poder vivir… para sobrevivir.
Un convenio que cumple diez años
El sábado 12 de junio se celebra el día mundial contra el trabajo infantil, diferentes organizaciones no gubernamentales hacen llamados para la erradicación de las peores formas usadas para poner a trabajar a los niños.
Hace ya diez años que entró en vigor el Convenio número 182 de la OIT sobre las peores formas de trabajo infantil. Este Convenio ha sido ratificado hasta ahora por más del 90 por ciento de los 182 Estados Miembros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). de la cual El Salvador es miembro. En El Salvador casi 189 mil niños trabajan, como es el caso de la adoelscente de 13 años (en la foto) que debe trabajar y cuidar a su hermanita.