El Salvador: La crisis ideológica de la izquierda
El Trompudo 21-08-10

El Salvador es una sociedad en crisis. Ha durado tanto tiempo que cualquiera diría que es el estado normal de las cosas. Ciertamente, los grandes poderes económicos quisieran que el pueblo perciba como normal vivir siempre en crisis, y es por eso que hay una campaña incesante y permanente de mentiras y calumnias contra Cuba y Venezuela. Porque si la gente empezara a darse cuenta de que hay alternativas, que puede construir una sociedad mucho mejor, más que algunos buscarían la manera de hacerlo...


Sin embargo, eso no quiere decir que sea imposible, y la evidencia de eso es que en Venezuela y Bolivia los gobiernos están revirtiendo los cambios estructurales cada vez más aceleradamente. Respecto a Venezuela se podría decir que goza de un capitalismo desarrollado y grandes recursos petroleros; pero, ¿Bolivia? No era Bolivia uno de los países más pobres del hemisferio? Y si lo está haciendo el gobierno de Morales y García Linera, ¿por qué no lo pueden hacer en El Salvador? La respuesta es la misma. Hay una falta de voluntad de parte de la cúpula del FMLN, de parte de Medardo González, Salvador Sánchez Cerén, José Luís Merino, Norma Guevara, Roberto Lorenzana, Lorena Peña y Sigfrido Reyes.

Que la estructura económica implante una conciencia individualista y consumista en la gente es natural, tan natural como que las abejas construyan panales. A quien le incumbe la tarea de hacer conciencia de clase, y también de organizar y poner un ejemplo de liderazgo revolucionario es a la izquierda. Pero en estas tareas fundamentales el FMLN ha fracasado totalmente, y no porque haya hecho todo lo posible de su parte, sino porque no ha hecho nada. En todos los años, desde la firma de los acuerdos de paz, el FMLN no ha tenido incidencia en la organización del sector obrero, campesino, estudiantil, universitario, vecinal, femenino, ni de trabajadores informales o vendedores.

De esta falta de liderazgo (que no empezó recientemente sino que existió durante todo el tiempo en que Schafik Hándal era coordinador general) se pone en evidencia que la izquierda sufre de una crisis ideológica. ¿Cuándo empezó a cundir esta crisis en la izquierda salvadoreña? Lo único que se puede afirmar es que no existía mientras vivía Salvador Cayetano Carpio, porque él nunca dudó del carácter socialista del proyecto revolucionario que se quería construir, de quién era el enemigo de clase, ni de que era el proletariado que tenía que dirigir a la revolución. Después de los hechos de abril de 1983, sólo los dirigentes efemelenistas que han seguido al frente de la lucha saben cuándo y cómo se pusieron en duda los principios que Carpio defendió con su legendaria terquedad.

El comienzo de la crisis ideológica de la izquierda coincide con la resolución de la crisis ideológica que atravesaron las clases dominantes desde los 70's hasta finales de los 80's. Esta crisis se tornaba en el hecho de que desde 1932, la oligarquía había encomendado a las fuerzas militares el manejo del estado, hecho que permitía que aquella no tuviera la necesidad de crear un partido propio que formara intelectuales orgánicos y reprodujera una ideología dominante (Lungo 1990). Al mismo tiempo, empezaban a surgir nuevos sectores económicos vinculados al comercio, las maquilas, las exportaciones no tradicionales, los bancos y el turismo. Esos sectores en vías de globalización que sustituirían al sistema casi feudal anticuado (Robinson 2003). Alfredo Cristiani, heredero oligárquico convertido en empresario comercial, se merece casi todo el reconocimiento por haber unificado a la oligarquía y las nuevas clases económicas en el partido ARENA, con “una ideología no-negociable”. Cristiani logró consolidar la hegemonía de estos sectores, primero dentro del partido y, después, sobre todo el estado.

Reconocimiento también se merece el gobierno de Los Estados Unidos. A pesar de que dio su apoyo al PDC, por las tendencias sicópatas y genocidas de D’Aubuisson, al mismo tiempo la USAID invirtió todo el apoyo económico y sus recursos en transformar las estructuras de El Salvador conforme al patrón neoliberal. Fue la AID que creó FUSADES en 1983, y que sentó las bases para la privatización del estado salvadoreño. El impacto duradero del “andamiaje estructural” que construyó la AID fue notado por el actual ministro de ambiente, Herman Rosa, que antes de volverse experto en el medio ambiente se dedicaba a investigaciones de economía política. Durante la década de los 80's Rosa estudiaba los designios neoliberales del gobierno EE.UU. en El Salvador, y resumió los resultados en un libro titulado "AID y las Transformaciones Globales en El Salvador". Estas transformaciones fueron tan profundas que habría sido muy difícil que cualquier gobierno las revirtiera:

“La política orientada a transformar la economía, impulsada agresivamente en la segunda mitad de los ochenta, no mostraba todavía, a principios de 1993, resultados en términos de superación de los desequilibrios estructurales de orden macro-económico … Sin embargo, la profundidad de las reformas de política económica emprendidas bajo la rúbrica del ajuste estructural propuesto sí dejaban un legado duradero: habrían definido en gran medida el marco por donde se podía pensar el desarrollo económico futuro de El Salvador. En otras palabras, cada vez resultaría más difícil pensar en la reversión de la tendencias hacia la apertura, extroversión, y liberalización de la economía, muy a pesar del margen que pudiese quedar para cualificar algunas de esas tendencias.” (110)

Las palabras de Rosa encuentran eco en un análisis de los acontecimientos de la misma época en Chile, titulado “La Concertación consolidó la obra de la dictadura,” por Felipe Portales. Resulta que la oposición a la dictadura de Pinochet, “La Concertación”, había sido infiltrada y manipulada por agentes de los EEUU, con el resultado que el nuevo presidente, Aylwin, terminó siendo un neoliberal (Robinson 1996). Portales explica cómo la dictadura (con el concurso de la Concertación) pretendía con la constitución de 1990 hacer permanentes los cambios estructurales implantados desde el golpe de estado de 1973:Rosa habló del “marco del desarrollo económico futuro” difícil de revertir; Guzmán habló de “crear una realidad” con un reducido “margen de alternativas” económicas. Nótese que no se habla de “derecha” ni “izquierda”, ni de partidos, porque los partidos se hacen y se deshacen, pero las clases que los forman se quedan. Se está hablando de economía política, de poder económico y político. Y lo que hicieron los poderes económicos fue arraigar los cambios estructurales hasta tal grado que, incluso si la izquierda ganara el poder político, le sería “extremadamente difícil” darles vuelta.

“Para consolidar estos cambios en el largo plazo, la derecha -a través de Pinochet-impuso una Constitución que establecía una democracia nominal a partir de 1990. Esto lo fundamentó Jaime Guzmán ya en 1979, al señalar maquiavélicamente que ‘en vez de gobernar para hacer, en mayor o menor medida, lo que los adversarios quieren, resulta preferible contribuir a crear una realidad que reclame de todo el que gobierne una sujeción a las exigencias propias de ésta. Es decir, que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella, sea lo suficientemente reducido para hacer extremadamente difícil lo contrario”.

Evidentemente estos líderes tomaron la decisión de no intentar cambiar las estructuras neoliberales. En esencia, su ideología no es revolucionaria, sino reformista, y eso representa una crisis para la izquierda. Porque si tanto la izquierda como la derecha están de acuerdo con que sigan dominando las transnacionales y el imperio estadounidense, realmente no hay una izquierda—todos son derecha porque todos sirven a las clases dominantes. Y se puede argumentar que la “izquierda” sirve mejor a los poderes económicos dominantes, porque no sólo buscan “gobernar bien” o sea, con eficiencia y menos corrupción, sino porque también resuelven el problema del control social sobre las clases oprimidas. La “izquierda” ya se encarga de que las masas no se organicen y se subleven, argumentando de que ya ganaron el poder y que hay que apoyar a “su” gobierno, a “su” presidente.

Este gobierno ha resultado ser fortuito para la derecha, una situación de “cara, gano yo; cruz, pierde usted”. Puesto que el gobierno está manteniendo todos los subsidios y ventajas de que han venido gozando los capitalistas transnacionales, si al final es exitoso, ellos ganan. Pero si decrece su popularidad, el FMLN pierde. Vean si la prensa derechista no se alegra al llamar al gobierno de Funes “izquierdista” y de decir que el FMLN es el partido de Funes. Y dado que la derecha siempre es prevenida, pase lo que pase tendrá un partido listo para las siguientes elecciones para aprovechar la pérdida de popularidad del FMLN.

Por estas razones, el camino que han escogido González, Cerén, Merino y compañía sólo conducirá al desprestigio del FMLN, tal vez a su fraccionamiento. La única manera de salvar al partido de esta muerte anunciada, en mi criterio, es de cambiar de ideología, de retomar los principios revolucionarios de Carpio y de Martí.

Diana Barahona